Londres: un compromiso recién tostado

“Nuestros baristas son obsesivos”: ésta es la confesión con la que se presentan los dueños de Pret A Manger, una cadena de comidas rápidas que se jacta de su frescura y salubridad. Pret abrió su primer local en Londres en 1986, como la ideota de Sinclair Beecham y Julian Metcalfe, dos compañeros de facultad puestos a preparar sandwiches libres de aditivos y conservantes. Empaquetados en coquetas cajitas de cartón (reciclable, por supuesto), sus emparedados fueron los ladrillos de un imperio: casi veinticinco años después, Pret tiene 240 locales (la mayoría de ellos en Inglaterra aunque también operan unos cuantos en Nueva York, Hong Kong y Washington), que facturan casi 400 millones de dólares por año. En la tienda de Picadilly Circus, donde el viajero fatigado se sienta a descansar las piernas y la vista de tantas carteleras de teatro, se recibe con el compromiso del café recién tostado: “Just Roasted“, promete un cartel. Es que Pret, que no franquicia ninguno de sus locales, asegura que todos sus productos son del día (a la noche, lo que sobra se entrega a los homeless). También el café. “Como el pan, los granos de café se ponen rancios”, dicen: “Las grandes compañías de café se mantienen despreocupadas sobre esto. La verdad es que después de un par de semanas el gusto se escapa por la ventana. Imaginen si toda la leche fuera larga vida simplemente porque les conviene a los distribuidores. De cualquiera manera, nosotros llevamos granos recién tostados todos los días a cada Pret y ponemos generosos 14 gramos en cada vaso”. Y, de nuevo, confiesan: “Nuestros baristas son obsesivos”.